La Biblia presenta a una persona única. Sus contemporáneos dijeron de él: "¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!" (Juan 7:46). "Bien lo ha hecho todo" (Marcos 7:37). Su bondad, su amor y su compasión lo distinguieron en medio de los demás. No pidió a nadie que lo admirara. No propuso un programa político, ni un grandioso espectáculo, ni hermosa música, sino que habló concretamente de volver a Dios. Condenó el egoísmo, la soberbia, la avaricia y el mal bajo todas sus formas. Vino del cielo para traer un mensaje de perdón, de amor y de esperanza de parte del Dios viviente.
Este hombre era el Hijo de Dios, enviado por Dios a la tierra. ¡Pero los hombres lo rechazaron! Tuvo que decirles: "No queréis venir a mí para que tengáis vida" (Juan 5:40). Hoy Jesucristo todavía interpela al lector, diciéndole: "Si alguno tiene sed (de felicidad, paz y certeza), venga a mí y beba" (Juan 7:37).
RDP
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